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Es menester de toda democracia la necesidad incondicional de la rotación en el ejercicio del poder, en el principio de que todos los ciudadanos tienen el mismo derecho y deber de contribuir en la administración pública.

¡YO NO REELIJO!

Carlos Javier León Ugarte

Periodista

Publicado: 2015-03-18


La reciente ley celebrada en el Congreso de la República que anula la inmediata reelección de presidentes regionales y alcaldes municipales, ha sido sin duda una norma que ha inducido al debate descarnado entre si es la solución ante tanta corrupción visto en estos estamentos en los últimos años.

Lo principal es definir que en ciertas democracias, donde la institucionalidad está asentada y respetada en todos sus estamentos cívicos y jurídicos, este tipo de normas son sin remilgos, antidemocráticas, poco funcionales e inclusive anti técnicas

En nuestro país es todo lo contrario, donde una amplia mayoría de autoridades aprovecha el poder para saciar sus egos hasta engordar en la sobreexplotación, para apoderarse de los votos, de las obras, de las coimas, de las tierras, de la conciencia y de la férrea e invaluable manera de eternizarse en la administración pública. Y sobre todo para ampliar redes de corrupción sin límites, carcomiendo pervertidamente todos los entes que deberían fiscalizar y controlarlos.

¿Por qué sucede esto? Por dos razones principales: La crisis de los partidos políticos, los cuales han llevado a la individualización de poderes, donde vale más el nombre antes que el partido, donde el caudillismo progenitor ha calzado como herramienta para llegar al poder. Los votantes votan por las personas, ya no por los partidos. Los partidos ya no lo son, ahora son agrupaciones sin ideología, sin militancia, sin cuadros políticos ni plataformas de demanda social, política y económica; por el contrario, son nichos efímeros que cobijan al mejor postor o al outsider farandulero y deportivo que quiera tentar suerte en la política, prostituyendo su institucionalidad constitucional sin desmedro de su historia o sus pudores.

La segunda razón deriva de esta, es la educación cívica y el poco o pobre entendimiento de los ciudadanos en su participación, en ejercer su ciudadanía, en valorar sus deberes y derechos, todo esto suprimido por un éxtasis mediático dirigido por los medios de comunicación que no promueven estos valores esenciales para la democracia.

En una sociedad conocedora de sus deberes y derechos, participativa y ejerciendo ciudadanía y movilización, origina de manera natural partidos fortalecidos que entregan a las políticas líderes natos, formados y cuajados para iniciar el escalafón que la administración pública te entrega: desde concejal, regidor, alcalde, presidente regional, congresista, secretario general de su partido, candidato a la presidencia, asesores, técnicos, etc. El pueblo entonces vota por el partido, por la idea, por la doctrina, por los dogmas, por todo ello, y no por la persona.

Sin embargo, lo decimos abiertamente: Qué lejos estamos de ello…

Es menester de toda democracia la necesidad incondicional de la rotación en el ejercicio del poder, en el principio de que todos los ciudadanos tienen el mismo derecho y deber de contribuir en la administración pública. No existe ninguna medición, ciencia, ni parámetro con la contingencia, para determinar comparativamente el valor democrático de la reelección inmediata. Y esto debe alcanzar a los congresistas, quienes ejercen también el poder. No hacerlo es hipócrita.

Es comprobado históricamente que la reelección o permanencia excesiva de la persona, conlleva al abuso de poder. La reelección, como ya lo dijimos líneas arriba, refuerza la tendencia al liderazgo personalista, hegemónico y autoritario.

Existe actualmente en nuestra sociedad el superpuesto que toda elección, o en todo caso re elección no es legítima, sin libertades, fraudulentas, y siempre anuladas por el poder que ejerce el que se reelige ante los demás, lo cual es un duro hueso que debe corroer la democracia para quitarnos aquel pensamiento negativo para la institucionalidad. Recuerden que la percepción vale más que la realidad.

“Nada más peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder”, dijo alguna vez Simón Bolivar. Cosa curiosa viniendo de un personaje que emuló a Napoleón y que no precisamente tuvo actitudes igualitarias con sus iguales. Así es la democracia y la civilización, resumida en una frase de Rochefoucauld: “La hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud”.


Escrito por

Carlos Javier León Ugarte

Periodista, melómano y obsesivo lector. Adicto al jazz y un furtivo amante de The Beatles. Lucho por el medio ambiente y amo a Universitario de Deportes.


Publicado en

Incorrectamente Político

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