¿LA NUEVA IZQUIERDA PERUANA?
Carlos Javier León Ugarte
La presentación de hace algunos días del Frente Amplio de izquierda trajo consigo, personalmente, un atisbo de entusiasmo que duró solo segundos, algo que se fue diluyendo mientras comprendía el eterno dilema de la izquierda en el Perú, que no solo vive atomizada y desunida, estancada en su discurso, sino que principalmente, y he allí el origen de todo; cuando se unen solo en campañas electorales, no terminan de convencer a la platea y con justa razón.
La izquierda, como sucede en muchos países de Europa, y en vecinos como Uruguay y Chile, trascienden porque tiene un discurso moderno alienado a los tiempos y a lo que exigen los ciudadanos. La flamante agrupación “Podemos” de España es un claro ejemplo. La doctrina y la ideología ancestral ya no dictan los derroteros, sino al revés, las demandas de los electores origina el curso normal del camino y readapta las filosofías políticas. O cambias o mueres. De allí que, un partido o movimiento debe ser obsesivamente dinámico, flexible y en movimiento constante, buscando resolver con ética esas demandas que el ciudadano requiere.
La izquierda peruana no cambia. Los rostros tal vez cambien, pero el idealismo utópico está presente, el marxismo mal interpretado sigue en pie, y el comunismo decimonónico sigue desafiando el aire con el puño en alto.
Se opone al sistema en todos sus niveles, pero participa cínicamente de éste. Se opone al modelo neoliberal, pero no propone un alternativa controlada, coherente y desarrollada de la economía. Solo critica, pero cuando tiene el poder no resuelve (Susana Villarán).
No aprende la lección, sigue siendo anti aprista, algo que no cambia desde su génesis, pero poco o nada le ha traído para su costal, por el contrario, le ha dividido en sus facciones, lo cual siempre cuando se le enfrentó, le hizo perder en ideología, en doctrina, en espacios académicos, gremios y sindicatos, además de dos elecciones presidenciales.
Tal vez ser anti fujimorista no sea una razón principal para virar hacia este conglomerado político, algo que pregona desde fines de los noventa y que fue aprovechado por el oportunismo de Peru Posible.
Falta todavía más esfuerzos para combatir elementos esenciales de proclama popular, tales como una economía viable y alterna que no espante a los inversionistas y que al mismo tiempo represente el sentir del ciudadano a pie, una mejor e indefectible defensa de los derechos humanos, una plataforma real de preservación del medio ambiente, sin demagogias ni trastiendas, una renovación de sus principios y de su línea dirigencial, una coherencia en sus actos y discursos, más aún, una lucha frontal contra la corrupción sin medias tintas, y un genuino fortalecimiento regional e internacional entre países hermanos embanderando la libertad, independencia y democracia para todos por igual, no solo para los que simpaticen.
Cuando la izquierda peruana asuma estos cambios y proponga alternativas frescas sin intereses personales, de seguro entrará a la contienda a jugar entre los grandes, con el respaldo de un país que nació de izquierda y morirá en ese lado siempre, aun cuando su voto diga lo contrario, precisamente porque no encuentra representatividad en los mismos dinosaurios que siempre son los mejores para enseñar, pero inmensamente mediocres para gobernar.