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Se dirá quizá que la institucionalidad sirve porque todos están en procesos judiciales. Pienso todo lo contrario, la realidad es la antítesis de lo cotidiano, es una percepción de corrupción en su elevada potencia, nunca estuvimos tan mal.

Ética y valores en nuestra política

Carlos Javier León Ugarte

Periodista

Publicado: 2015-05-18


¿Es nuestra política corrupta o son corruptos los políticos peruanos?

Esa es la base esencial de análisis para iniciar este artículo. Mi reflexión es que la política peruana es cada vez más corrupta. Con honrosas excepciones. El político la hace corrupta, la carcome y la enquista en ese concepto.

Tal como describe Alfonso Quiroz en “Historia de la Corrupción en el Perú”, nuestro mal se inicia desde la Colonia, a través de Patronazgo y otras formas que encuentran las autoridades virreinales para aprovecharse del indio y del ciudadano común. Con el pasar del tiempo, estos artilugios fueron adaptándose y perfeccionando en la República hasta nuestros tiempos, costumizándose a los intereses corruptos y maledicentes de nuestras autoridades públicas, o de aquellos quienes nos gobernaban eventualmente.

La exclusividad de ciertas élites graficadas en políticos perversos, funcionarios públicos oportunistas, militares opresores, empresarios interesados y devoradores de todo, con la ayuda de nuestros propios gobernantes. Todas las épocas con el mismo patrón, corrompiéndose en mayor o menor grado, bajo el amparo de las mismas leyes, las mismas normas, eso sí, diferentes personas, pero todas con la misma conducta. Todos corruptos.

Es decir la historia sin querer se acopló a la corrupción. Ante la mirada frustrante y victimizada de un pueblo oprimido que se fue acostumbrado a los hechos, alejándose cada vez más los valores y la ética al aplicar política.

Si la ética es aquel comportamiento ecuánime que se determina por medio de enunciados normativos para discernir qué debe hacerse. Y los valores son aquellos principios adherentes al ser que complementan o definen esta figura, veremos con tristeza que la corrupción, maleducó ambos sistemas valorativos, hasta hacerlos esmerada y naturalmente corruptibles.

Esto nos lleva a analizar el contexto actual, nuestra coyuntura política, social, judicial e institucional: Donde vemos sin espanto a un ex presidente de la República purgando condena al lado de su ex asesor, a su partido político (el cual acumuló millones de millones de dólares en producto de la corrupción) postulando a cargos públicos, el propio Fiscal de la Nación destituido en su cargo por nexos oscuros, a dos congresistas suspendidos (sumados a la larga lista de legisladores objetados en estos últimos diez años), presidentes regionales y alcaldes mafiosos en la cárcel, partidos políticos cuestionados, familiares y amiguísimos de las autoridades beneficiados por redes mafiosas que abarcan desde periodistas, policías, jueces y fiscales, hasta altas esferas del Gobierno, este es el Perú de hoy, nunca tan corrupto.

Y la sociedad, más pasiva que nunca. Distraída, aletargada, lerda para reaccionar y acostumbrada a que algo peor todavía falta por venir.

Se dirá quizá que la institucionalidad sirve porque todos están en procesos judiciales. Pienso todo lo contrario, la realidad es la antítesis de lo cotidiano, es una percepción de corrupción en su elevada potencia, nunca estuvimos tan mal.

Por lo tanto, ante esta realidad, el peruano quien percibe sus derechos democráticos solo como solemnes, se vuelve apolítico y cada vez más individualista, socialmente emprendedor, pero poco confiable para el que le pide algo a cambio. Ya no cree en sus autoridades ni en las leyes, solo piensa en resolverlo él mismo, por lo tanto no pide nada a cambio, y tampoco da nada a cambio. Trágica situación para los sistemas políticos, que son precisamente los que deben unir a sus ciudadanos bajo los mismos ideales cooperativos, fraternos y participativos. La sociedad actual ya no piensa en nada que no sea para sí mismo. La sociedad actual se vuelve egoísta por el propio sistema.

En ese sentido Max Weber describe muy bien la situación: “El individualismo metodológico no debe confundirse, pues, con el individualismo social, propio de algunas sociedades liberales que animan a ser “diferentes”; ni con el individualismo ético que se opone al “colectivismo”.

Es el momento del cambio de todo. Nos urge una reforma estructural transversal sobre valores y civismo, fortalecer la institucionalidad pero con otros actores, esto implica, un recambio generacional de nuestros políticos actuales y un recambio de pensamiento de sus propios partidos.

La pregunta está en ¿quién se anima a iniciarlo? ¿Nuestros actuales congresistas, jueces o actores políticos? o ¿el pueblo a través de un conglomerado ordenado y orientado hacia un cambio ético, coherente y verdadero? En ese sentido la pelota está en la cancha de los jóvenes, no pienso en otros más que ellos para hacerlo.

El gran Kurt Cobian de la mítica banda Nirvana nos recuerda: “El deber de la juventud es pelear contra la corrupción. Es momento de pelear con herramientas democráticas afines e incorruptibles.

Pero cuidado, quién fuere, lo tendrá que hacer lamentablemente con las mismas reglas de juego que originaron esta debacle moral histórica que hoy nos embulle, y para ello, se corre el riesgo inmensurable de volverse también corrupto en el ínterin, como un orden negativo que estamos condenados a sufrir para siempre. Ojalá que no sea así. Por el bien de neustras próximas generaciones.


Escrito por

Carlos Javier León Ugarte

Periodista, melómano y obsesivo lector. Adicto al jazz y un furtivo amante de The Beatles. Lucho por el medio ambiente y amo a Universitario de Deportes.


Publicado en

Incorrectamente Político

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