El voto preferencial
¿Se debe eliminar el voto preferencial?
Es el debate que se ha abierto estas últimas semanas en el Congreso de la República y que ha dividido las opiniones de especialistas y eruditos de la materia.
Al respecto, es importante precisar que el profesor Sinesio López, aduce que el voto preferencial desde su aparición en el Perú en 1979 ha cumplido un rol fundamental en la democratización de los propios partidos, pero poco ha hecho por la inclusión participativa de los electores.
Es posible que tenga razón en esta teoría. Aunque principalmente no haya tenido mucho eco en los partidos, porque aún continúan llamando e involucrando en sus listas a personajes faranduleros o que hayan resaltado por su notoriedad en otros ambientes no políticos, lo ideal sería la participación democrática de sus cuadros políticos.
Las elecciones adquisitivas preferenciales a través de dádivas, dinero y prebendas han originado que mucho candidatos en las listas partidarias, casi siempre invitados, no solo introduzcan sus verdaderos fines ocultos de aprovecharse de la política para llegar al poder, sino que además han logrado vulnerar de manera discriminatoria las aspiraciones de militantes disciplinarios, quienes crecieron dentro de su partido merecidamente, pero que pocos los conocen a nivel nacional fuera de sus propios partidos y que peor aún, tienen pocos recursos para competir de igual a igual ante aquellos que se regodean de sus billeteras en cada campaña con sus grandilocuentes spots publicitarios y su esmerada y vasta publicidad en los medios.
Este malsano proceso es una tara propia de los partidos políticos improvisados, aquellos que conforman actualmente casi el 70 por ciento todas las que se presentan cada contienda electoral.
Por ello, es importante indicar que para que el sistema de voto preferencial deje de utilizarse, es fundamental que la ley de partidos precise un justificado e impecable sistema de elecciones primarias y naturalmente democráticas que conlleven a un fortalecimiento interno de cada partido político, y así, asegurar una lista incólume y únicamente válida por los méritos técnicos y partidarios de su partido. Meritocracia pura y decisiva.
De esta manera alejamos la absurda idea del congresista elegido, quien aduciendo de manera irreal que su escaño le pertenece, mezquinando al partido que lo acogió, utilizando el transfuguismo como sistema legislativo para migrar y acomodarse a otros intereses personales.
Pero todo pasa por imperativa modernización de los partidos políticos. De un refresco de conciencia que institucionalice sus decisiones, sus acciones y sus propuestas, y los haga fuertes por sus ideas como sistema partidario o ideología afín a los intereses ciudadanos, antes que verse medianamente “fortalecidos” por los integrantes de una lista de cuando en vez
En la medida que estos entiendan la real necesidad e ineludible realidad de involucrar a sus cuadros en estas listas, antes que advenedizos personajes con chequera en mano, lograrán salvar la institucionalidad partidaria y así ofrecer al sufrido electorado peruano, una mejor alternativa para elegir.
El Estado tiene su rol en este tema, debería aportar mejor presupuesto a los partidos políticos, de esta manera se evita que los propios partidos se vean en la angustiante necesidad de buscar fondos desesperadamente de cualquier lugar, de cualquier persona de dudosa reputación.
La sociedad civil debe exigir recambios sustanciales. El Congreso de la República debe propiciar esos cambios. El Estado debe promover y aportar económicamente con esos cambios.
¿Quién da el primer paso?