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No caigamos en el juego de los revoltosos que solo les conviene el sistema cuando éste les es favorable.

La democracia peruana

Nuestra débil democracia debe ser protegida y cuidada, hasta que esté fortalecida. Esa es la responsabilidad de todos, partidos políticos, gobernantes, autoridades, militares, sociedad civil y ciudadanía

Carlos León Ugarte

Publicado: 2016-03-28


Nunca en la historia del Perú logramos tener más de tres gobiernos democráticos continuos. Los militares, quienes nunca cumplieron su verdadero rol, en colusión con algunos poderes fácticos siempre golpearon gobiernos democráticos. Ya sea por pretextos febles, instituciones débiles, argucias comunes, explicitas conveniencias, y a veces, muchas veces, hasta alusiones explicitas de corrupción.

En 1914 el gobierno de Billinghurts se vio interrumpido por el golpe de Benavides. En 1930 Sánchez Cerro derroca a Augusto B. Leguía. En 1948 Manuel Odría defenestra ilegalmente al gobierno de Bustamante y Rivero. Luego vino Velasco y después Fujimori. En todas las ocasiones siempre retrocedimos, institucionalmente no se avanzó jamás. La corrupción fue igual de inmensa con militares y civiles, algunos con más impunidad que otros.

Los golpes de Estado suelen tener en común que sus autores dicen que buscan defender el orden o "la democracia verdadera". La historia nos demuestra siempre lo contrario.

Fujimori argumentó su autogolpe precisamente aduciendo la voluntad del pueblo: Cerrando un Congreso de la República gastado pero legítimo. El populismo lo avaló y después ya sabemos cómo terminó. Violando los derechos humanos, destruyendo y anulando todos los sistemas democráticos y corrompiendo las instituciones, hasta lograr el gobierno más corrupto de la historia del Perú, y el quinto a nivel mundial.

Algunos académicos e internacionalistas indican que sí existe el golpe democrático, cuando un grupo pone fin a una dictadura y conduce a elecciones libres y justas. Egipto es un caso latente en la última Primavera Árabe. Los militares sacaron a Hosni Mubarak. Aunque su suerte después de esas elecciones hayan sido hasta el momento nefastas.

La antítesis nos proclama que los golpes de Estado emprendidas desde la sociedad civil son legítimas, lo cual no es certero íntegramente, pues depende de la situación, el contexto y la coyuntura, pero es algo que no analizaremos ahora.

Hoy en el Perú, después de una reconstrucción de instituciones lenta, aletargada, todavía débiles, enquistadas en burocracia, mañas y taras. Está en proceso de progresión y evolución. Es muy cierto que no es sólida todavía. Pero vamos camino a ello. Un cambio no se da de la noche a la mañana, se da progresivamente y la ciudadanía tiene el deber de educar y educarse, a la vez de responsablemente darle soporte a esos cambios con su participación en el juego democrático.

El pueblo, la sociedad… todos, merecemos la mejor de las democracias ¿si es que existe? pero para ello merece primero otorgar confianza a sus líderes, buenos o malos, necesita su aliento constante y su activa promoción a los valores éticos democráticos, impulsando cambios de conducta, de leyes, de normas, pero todas bajo el único, legítimo y natural sistema democrático. No hay otra opción. Lo demás es retroceso.

Cosa rara es que el mismo fujimorismo que destruyó nuestras instituciones hace más de 15 años atrás hoy sea parte del juego de esas instituciones reconstruidas. Pero eso es el sentir democrático. Obedece a los lineamientos de la legalidad. Negar su participación es incurrir en la misma deslegitimidad que condenamos años atrás.

Tenemos todo el derecho del mundo a protestar por alguna candidatura, líder político, partido político, colectivo o plataforma. El fujimorismo incita a ello por su pasado, pero renegar de la democracia, no es de demócratas, es ir contra los principios por los cuales reclamamos, es incoherente.

Un rumorcillo de cuartel ya se inició entre algunos ácratas o grupos que por sus propios errores ya no pueden participar de la carrera electoral de esta contienda, creyendo impaciente e irresponsablemente que será la única o la última. ¡Que se anulen las elecciones! Así se iniciaron, primero murmullos y luego a voz en cuello los golpes de estado que han hecho retroceder a nuestra patria por largos años.

No caigamos en el juego de los revoltosos que solo les conviene el sistema cuando éste les es favorable.

Después de la dimisión de Suárez en España, la noche del 23 de febrero de 1981, Sabino Fernández-Campo, secretario general de la Casa del Rey, respondió con valentía con una frase eterna que aún queda grabada entre los españoles, justo cuando las tropas lideradas por el general Grijalba tocaban la puerta de una Zarzuela zozobrada y en angustia: “Ni está ni se le espera”. La asonada militar nunca se concretó ante esa frase mágica.

En el Perú ni está ni se le espera a quien vocifere golpe de Estado

Este 10 de abril puede cambiar la historia del Perú. Tendremos cuatro gobiernos democráticos seguidos, y estoy seguro que después de ello, con errores y fallas en la democracia, nadie o tal vez muy pocos pensarán, en que un golpe de Estado es lo mejor para nuestro país.


Escrito por

Carlos Javier León Ugarte

Periodista, melómano y obsesivo lector. Adicto al jazz y un furtivo amante de The Beatles. Lucho por el medio ambiente y amo a Universitario de Deportes.


Publicado en

Incorrectamente Político

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