Una Fuerza Popular sin Fujimori
¿Es posible el fujimorismo sin Fujimori?
¿Es posible el fujimorismo sin Fujimori?
Es una pregunta que se ha hecho común en estas últimas semanas. ¿Puede vivir en el extracto político Fuerza Popular sin Alberto, Keiko y Kenji? o quizá la dinastía Fujimori no sea necesario para encauzar la sustentación de un importante partido político que la derecha necesita para verse representado. Mi teoría es que su partido debería prescindir del apellido Fujimori para asegurar su presencia en las próximas generaciones, aunque en el ínterin haya que batallar durísimo para lograrlo.
El franquismo y otras ex dictaduras lograron transpolar su esencia ideológica y doctrinaria a partidos fuertes e históricos, o por lo menos a movimientos democráticos participativos. Esto, sin recuerdo alguno de sus caudillos y de aquellos líderes que lo fundaron e hicieron de su nombre la conceptualización fundamentada de su partido para su acción y ejecución en el ambiente sociopolítico.
Muchas aún perduran, les costó trabajo legalizarse, lucharon intensamente por simpatizar a los grandes colectivos democráticos, inclusive y principalmente, convencer sin remilgos a la opinión pública, quizá la más recalcitrante y reacia en estas lides.
Algunas son legítimas y mueven masas de adeptos y fervientes militantes, su popularidad es natural. Claro está, todas tuvieron que dejar de lado el caudillismo de su génesis para ser colectivos integrados a la institucionalidad, los nombres pasaron a ser parte de su historia, más no de su plataforma conceptual.
Luego de más de quince años desde la caída de su líder, el fujimorismo pareciera entrará a una fase de reflexión sobre su futro como partido, me refiero a Fuerza Popular (FP), esto a propósito del divisionismo entre Keiko frente a su padre y su hermano. No bien que la coyuntura resultaría una nada despreciable oportunidad para consolidar su propuesta democrática dejando de lado la figura enigmática del “chino” y buscar el colectivismo integrado que explicamos líneas arriba.
La situación es sui generis, pues en ambos bandos está el apellido Fujimori, razón por la cual me animo a pensar que el mismo Alberto presagiando el accionar de su hija y sus ex incondicionales, buscó en Kenji quitarle el mando, con lo que asentó que las dos derrotas de Keiko, su alicaída popularidad y una nueva estrategia de imagen cercana, confiable y responsable para todas las fuerzas políticas de parte de Kenji, le trasladaría el liderazgo de FP más fácil de lo que corresponde, sin elecciones internas ni herramientas democráticas, solo a la fuerza, con el dedo en ciernes, ejercicio normal en la mente de un dictador.
Tal como ya han advertido muchos analistas, el menor de los Fujimori está lejos de tomar el liderazgo de FP y mucho menos de lograr la consolidación del partido en el ámbito democrático, sus reflejos solo convencen a los anti fujimoristas recalcitrantes pero más por ser adversario de la bancada naranja que por convicción de su cambio, con lo que puede suceder que sin Keiko en carrera, los anti que hoy respaldan o le sonríen a Kenji, retornen a las huestes del frente con su característica radicalidad.
La estrategia de Kenji es agradar a los fujimoristas identificados con su padre, pero principalmente a ese electorado en movimiento y errante que siempre está a la expectativa cada elección, sumado a los que dejaron algunos principales viejos partidos políticos que desencantaron a sus fieles.
Estos no son fácil de convencer, pero si tienen gestos continuos de atención a los nuevos actores políticos que aparecen en escena. Estos valiosos electores no comulgan ni con la derecha ni con la izquierda, no tienen ideología, solo buscan en el discurso cómo solucionar los problemas grandes del país, que son desempleo, inseguridad, recesión de la economía y poco acceso a servicios públicos.
Sin embargo para Kenji es difícil sin partido ni estructura partidaria, la derecha está copada y la izquierda diversificada. Aunque se mimetice y se muestre un híbrido simpático, el peruano de a pie reconoce que su postura no es cien por ciento real. Su apellido lo condenará eternamente.
Keiko busca pasar al retiro a su padre sin perder a los fujimoristas más duros, algo difícil pues la tesis sociológica indica que mucha de la popularidad de Fuerza Popular recae gracias a la figura natural del patriarca de los Fujimori, aun estando en la cárcel y con todos los activos que carga en su espalda.
Alberto Fujimori villano eterno, Keiko con dos derrotas a cuestas y Kenji muy incierto con su futuro político, más aun ahora que está suspendido y corre el riesgo de salir de su partido, obligan a iniciar un proceso de cambio imperativo en los destinos del partido en referencia.
La salubridad y fortalecimiento de FP pasa por un recambio único y responsable con sus próximas generaciones, debe cimentar una plataforma ideológica razonable y coherente a su posición conservadora de derecha, y debe refrescar y vincular algunas propuestas más de centro izquierda para agrandar su espectro de captación de público, además de el de conseguir más adeptos.
FP debe demostrar que es un nuevo partido, sin el apellido Fujimori de por medio, con hechos genuinos y verídicos que cope el frente intelectual, gremial y popular, mostrándose como una oposición sólida, seria y responsable, tiene una brillante oportunidad desde el Congreso de la República, basado en acciones democráticas que nos convenzan que estamos ante una agrupación diferente a la que conocimos hace más de veinte años atrás.
La clave es el sentir oxigenado de mostrarse democrático en todo, en sus decisiones grupales, en sus proyectos de Ley que propongan, en sus elecciones internas, en su vida diaria partidaria. Bien lo dijo el gran Gilbert Keith Chesterton: “No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución”. Clarísimo, es cuestión que FP se lo proponga.