La cumbre contra la corrupción
Carlos Javier León Ugarte
El enfoque principal para esta VIII Cumbre de las Américas son la Corrupción y Gobernabilidad, cosa curiosa para el país anfitrión donde a través de un tendencioso poder de gobierno legislativo y totalmente desprestigiado como institución, hizo abdicar al presidente de la República por indicios de corrupción.
Un país anfitrión donde además de la reciente crisis presidencial, un presidente junto a su esposa se encuentra en prisión, otro ha sido indultado recientemente, uno más en proceso de extradición por actos comprobados de corrupción, y más de un ex candidato y varios congresistas se encuentran precisamente en la misma situación de indicios de haber recibido financiamiento de la entidad brasileña, más allá de los comunes delitos caseros de los cuales ya estamos acostumbrados desde hace largos años.
Cosa además curiosa para un grupo de presidentes visitantes de la región quienes en algunos casos se encuentran en procesos o delaciones relacionados a casos de corrupción por el caso Odebrecht, y en otros tantos; sus propios partidos políticos de origen cuestionados también por estos y otros delitos de gran envergadura.
Bajo este contexto se realiza la VIII Cumbre de las Américas, que además pierde fuerza mediática con la interrumpida visita de Trump y Maduro, con lo cual por lo menos se hubiera matizado en algo el cónclave.
Lo positivo es que el presidente Vizcarra por una cuestión de coherencia a su discurso político, el cual ha venido manifestando desde que asumió el cargo, deberá levantar la bandera de la lucha frontal contra la corrupción, cuestión que llevaría a buen puerto algún documento o acuerdo final firmado por todos los presidente visitantes, algo que no sucedió en las anteriores reuniones realizadas en Panamá y Colombia.
En ese sentido y partiendo de esa idea, podríamos estar ante un nuevo, potencial y estrepitoso líder en Sudamérica; creado por hechura de las circunstancias, en una región afanosa de créditos de gobernabilidad que tanto requieren nuestros países hastiados y desconfiados de sus gobernantes.
Un desconocido Vizcarra podría aprovechar la situación para moldear una figura política renaciente del descreimiento para retomar la esperanza de la política en esta parte del hemisferio y que germine su popularidad a partir de esta cumbre, como un giro importante para la democracia latinoamericana.
Así, el aforismo de Ciro el Grande: “No es digno de mandar a otros hombres aquel que no es mejor que ellos”, obligaría, quizá sin pretenderlo, a que Vizcarra destaque como sentido común para diferenciarse de tantos que abundan. Pero esos e verá con el tiempo.
Este acuerdo debe contener principalmente un manifiesto en conjunto de lucha contra la corrupción en todos sus ámbitos, una guerra directa y abierta contra el mal común en el sector público: El cohecho, el delito y la impunidad.
Pero además proyectando acciones y mecanismos veraces, posibles, comprobarles y viables para atacarlo en todos sus niveles, que alcance a la posibilidad de revisar y re estructurar los sistema partidarios sobre los fondos y financiamientos, sobre sus elecciones internas y sobre la selección de sus candidatos. Una renovación constante de las autoridades y los líderes políticos.
Asimismo buscar métodos posibles para fortalecer las instituciones democráticas y sus sistemas, así como las elección y revocatoria de los congresistas de la República y las demás autoridades representativas. Todo ello aunado a un sentir de nueva esperanza para nuestros países moldeados en acciones y menos palabras.
Hoy se crea una enorme posibilidad de dar un paso grande para nuestras democracias, una cumbre que podría dejar de ser un solo pretexto para hacer diplomacia, pero depende del anfitrión, de las oportunidades, del manejo para presionar hacia un propósito mejor direccionado de cambio.
De lo contrario seguiremos creyendo aquella sentencia genial de Honoré de Balzac que siempre traemos desesperanzados: “Las leyes injustas son la telaraña a través de la cual pasan las moscas grandes y las más pequeñas quedan atrapadas”. Quizá hoy estos presidente no sean las personas más significativas e ideales para iniciar el cambio que queremos en nuestras naciones, pero entonces si no es hoy, cabe preguntarse con justa idoneidad ¿para cuándo y con quiénes se inicia el cambio que aspiramos? …..Fortuna nobiscum!