El futuro de Fuerza Popular
El activo más importante de Fuerza Popular es el apellido Fujimori. Paradójicamente también es su ruina. Por esta última premisa, es importante que el partido naranja entienda y comprenda que si quiere trascender como entidad organizacional política, debe poner a un lado al patriarca Alberto y a los hermanos Fujimori, como primer paso hacia su modernización y cambio. La pregunta es ¿Es capaz el fujimorismo de lograrlo?
La base conceptual política, económica y social de todos los partidos y movimientos que fundaron los Fujimori fue el fujimorismo. Desde su aparición en los noventa, fueron formando ese precepto allegado a respuesta prácticas a la crisis que vivíamos y como parte de la lista que impuso imperativamente el famoso Consenso de Washington a través del Neoliberalismo a todos los países de la región; convirtiendo de esta manera sus decisiones y definiciones en una postura primero, luego en un forma de opinión, hasta pasar a ser casi al mismo nivel de una “ideología”, sin merecerlo.
La dictadura que implantó el fujimorismo para avasallar la institucionalidad y los sistemas políticos que habían agotado e indignado a la ciudadanía desde los ochenta debido a la corrupción, remontó y abdicó su propia popularidad al ser éste mismo parte de la consiguiente debacle corrupta que asoló al país después de los noventa gracias a Montesinos y el propio Fujimori. Así se germinó el antifujimorismo.
A partir de ese fenómeno social para adelante, el fujimorismo buscó cobijo en el sistema a través de otros elementos ideológicos, amparándose en el sempiterno triunvirato del establishment peruano: La iglesia, los militares y los empresarios. Esto fortaleció al fujimorismo, además de instalarse ideológicamente hasta ahora en la derecha peruana. Así se empoderó el concepto del fujimorismo.
De esta manera surgió una dicotomía atípica en la política peruana que defina esencialmente al fujimorismo, cosa curiosa para la filosofía y conceptualización política, la cual establece dos concepciones sobre el fujimorismo. Por un lado están los fujimoristas, quienes creen que el fujimorismo está enmarcado en la lucha contra el terrorismo, (por lo tanto el respeto y fundamentación necesaria del militarismo), la implementación de la fuerza del orden a toda causa, los ideales y dogmas religiosos basados en el cristianismo y el libre capital. Por el otro lado están los anti fujimoristas, quienes creen que el fujimorismo está enmarcado en la corrupción, el terrorismo de Estado y el autoritarismo.
Ideológicamente el fujimorismo pareciera exclusividad de la derecha. Lo cierto es que el antifujimorismo es ubicuo, se encuentra en todos lados, inclusive en la propia derecha, aunque la percepción es que solo esté concentrada en la izquierda, resaltando quizá porque allí es donde se da una mayor manifestación pública debido a su activismo y movilización organizada a través de colectivos y plataformas sociales.
Lo que está claro es que el antifujimorismo es más grande en el Perú, la gran prueba es que hayan puesto los tres últimos presidentes sobre la hora, cerrando filas contra el fujimorismo.
En toda su historia jamás el fujimorismo tuvo la extraordinaria oportunidad que tuvo esta vez en el poder. Su variopinta bancada con agendas propias e intereses individuales, su irresponsable apetito de venganza contra PPK por su derrota en las elecciones, sumado a la prepotencia y soberbia les hizo perder la brújula y claro está, la valiosa oportunidad de trascender en la historia política.
Las condiciones estaban dadas, una corriente y oleada de derecha superpuesta en la región debido al descreimiento de la izquierda, una mayoría inédita en el Congreso de la Republica y su lideresa con un amplio alcance de aceptación en la ciudadanía. El autoritarismo que debían despercudir de su legado, lo reafirmaron con su accionar, ampliando así, por antonomasia, el estrato social anti fujimorista.
La crisis interna de FP es mostrada impúdicamente hacia afuera, es clara y notoria. Hay divisionismo y bandos que pujan por espacios de control, unos rezagados expectantes, otros aguardando el día siguiente del Referéndum, cuando se apruebe la no reelección de congresistas (es un hecho que se aprueba), para migrar a otros lares ¿Bancada Bicentenario? La debacle del partido naranja es inminente.
Hay todavía una tenue y oscilante luz que pueden tomar para avanzar hacia el futuro, esto debido a la oportunidad que surge ante lo adverso, como son la propia ausencia de un partido natural de la derecha, la sombría connotación de ser una organización criminal que involucra a sus líderes más conspicuos y el retorno a prisión de Fujimori.
Clave para su fortalecimiento es dejar que el tema del retorno a prisión de Alberto Fujimori siga su cauce democrático, sin presiones para el Ejecutivo, esto le permitirá al Gobierno tener mayor reflexión para decidir el destino de Fujimori padre, quizá si es que FP se muestra amigable. Pero para ello debe demostrarlo con creces, dando claras luces de crear una agenda mutua con el Gobierno en pro del país.
Separar a Keiko y Kenji de todo espacio del partido, más allá de si rápidamente sale o no de prisión, sin que tengan injerencias en las decisiones del partido.
Debe reunificar la triada del establishment que acoge para definirse ideológicamente, solidificando su responsabilidad y comportamiento democrático, promoviendo nuevos líderes y cuadros jóvenes de recambio hacia una plataforma política más abierta y moderna.
Y sobre todo, buscar nuevos aliados estratégicos que te lleven sutilmente a ir ganando la confianza del gigantesco antifujimorismo.
Terencio decía: “Cuando no se puede lograr lo que se quiere, mejor cambiar de actitud”. Solo de Fuerza Popular depende que el fujimorismo siga siendo el fujimorismo que hasta ahora conocemos, o más bien comience a pensar responsablemente en ser diferente, aunque tengan que desterrar drásticamente de su mente y su corazón a sus propios “héroes”, esos mismo que hoy lo llevaron al apocalipsis.