LA MODERNIZACIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS PERUANOS
La modernidad que trajo la Internet y las redes sociales cambiaron el pensamiento del elector, no solo se volvió más informado, sino que el votante pasó a ser parte del debate que antes miraba desde la comodidad de un televisor, o como un disminuido observador frente a un estrado. Pasó rápidamente del aplauso del mitin a la comodidad de un teclado.
La baja aceptación del Congreso de la República no solo es culpa de los congresistas quienes enfrentan cada semana un escándalo peor que el anterior, sino principalmente, se debe a la pasividad en su modernización, movilización, ejecución e implementación política de los propios partidos políticos, que aletargados, confusos, inflexibles y poco democráticos; ven pasar por encima de sus institucionalidad las nuevas tendencias tecnológicas que les arrolla.
Los partidos políticos peruanos no comprendieron que la agenda ya no la ponían estos, si no los propios ciudadanos indignados, quienes a través de demandas individuales expandieron el abanico de necesidades por resolver.
Los escenarios se invertían. Ya no solo hablaba el político para la audiencia, sino que éste ahora debía escuchar lo que pensaba y le hablaba la gente a través de las plataformas digitales que llegan más rápido, y por lo tanto, esperan también respuestas veloces.
Mal hicieron los partidos políticos en creer que solo contratando un buen “community manager” o promoviendo la participación de sus líderes en las redes sociales, la situación estaba resuelta. La percepción ya no más se antepondrá a la realidad.
En ese sentido no solo cambió la comunicación, sino que cambiaron las necesidades, el lenguaje, los escenarios y por supuesto, se generaron nuevas emociones. Mientras más globalizado el mundo, los ciudadanos proclaman el derecho de ser partícipes. El nuevo orden mundial ya no es representativo, sino participativo. Esa es la nueva democracia.
Al respecto, el gran politólogo bielorruso Moisei Ostrogorski, mantiene una tesis denominada “paradoja democrática”, en ella refuta el sentido democrático de los partidos políticos en dos aspectos. Primero, indica que lejos de ser democráticos porque eligen y son elegidos, el sentido propio de serlo todo, como único punto esencial de solución, los hace profundamente antidemocrático. Segundo, indica que todo núcleo partidario se basa en la militancia, por tanto al buscar adherentes el individuo apela a lo emocional, dejando de lado la razón y la inteligencia, no prevalece una razón democrática, sino el uso de los sentimientos para ganar adhesiones. Por lo tanto se forman ciudadanos pasivos.
La conclusión de esta tesis es que los partidos políticos son antidemocráticos y estériles. Por lo tanto son caducos y poco funcionales para el sistema democrático, llevándolos a prescindir de ellos y siendo poco necesarios para el desarrollo cívico del ciudadano. Es una buena teoría pero para países desarrollados. En el Perú, los partidos políticos todavía son necesarios para la participación política.
UNA NUEVA SOCIEDAD
Hemos pasado a ser una sociedad multiskill, con varias habilidades al mismo tiempo, haciendo muchas cosas a la vez gracias a la tecnología y la economía, por lo tanto nuestro pensamiento de adhesión ideológica es multipartidaria. Ya no somos adherentes a una marca, producto o militancia ideológica única, tal como lo propone Ostrogorski: “donde las identidades e identificaciones políticas e ideológicas no son absolutas, por lo tanto aparece la militancia múltiple según los problemas que más le afecten, y actuar en los que desee resolver”.
Las sociedades ya no creen en personas que resolverán sus problemas, sino que están completamente convencidos que ellos mismos resolverán sus problemas, entonces se esfuma el sentir de representatividad y crece el ánimo de participación, solo en aquellos que aún creen en política.
Ante tanta corrupción vista en nuestro país y en toda la región, la palabra “partido” está mal visto, por ello es importante que las organizaciones refresquen su marca pensando inclusive en quitarle ese concepto de su nombre, para dar paso a un sistema más abierto no solo al decirlo, sino principalmente al sentirlo.
Las entidades políticas deben estar abiertas y flexibles a cambiar, a actualizarse, a movilizar su pensamiento cada cierto tiempo sin traumas, a diversificar su discurso para que llegue a todos, inclusive a desideologizarse.
Es necesaria entender que la modernización de la organización recae en la capacidad de abrir el espacio que vaya más allá del debate de sus claustros, incluye sobreponerlo a la actividad general de recibir diferentes pensamientos, de un extremo a otro, para elevar la fase a una que se empodere más allá de la ideología y aporte más al discernimiento de sus integrantes.
Claro está que esta percepción sola no va a variar si es que no hay una redirección y regeneración de sus postulados y sus postulantes, con una buena elección de ciudadanos que digan y vivan en rectitud constante bajo los criterios morales y éticos necesarios que devuelvan la confianza perdida.
Los cuadros políticos de los partidos tienen que ser formados con nuevos axiomas y criterios éticos del mismo nivel de preparación técnica, además deben ser bien vistos por sus vecinos, sus entidades de representación y sus comunidades hasta tener una reputación intachable.
La escala jerárquica de puestos públicos debe ser fundamental para llegar a formar un liderazgo político, no basta solo con tener popularidad.
Ante esto, hay todavía un gran sentido y motivación para seguir creyendo en los partidos políticos como opción cívica participativa y democrática, es cuestión de empezar desde adentro para promover y perennizar las palabras del buen Dwight D. Eisenhower que “La política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano”. La cuestión está en ¿quién lo promovería o quién se anima a proponerlo, o quiénes? cosa que así, ya vamos avanzando en algo.