¿TENDREMOS UNA NUEVA CLASE POLÍTICA PARA EL 2020?
Si algo estamos completamente seguros que sucederá en estas próximas elecciones es que el poco tiempo que se tendrá para la campaña electoral es ínfimo. Apenas un mes considerando que entre elecciones internas, impugnaciones y proclamación de listas llegaríamos hasta diciembre con ello. Escaso tiempo si es que eres poco conocido para poder presentarte ante la ciudadanía.
Carlos Javier León Ugarte
En esa idea, aun con los partidos tradicionales desprestigiados por el alto índice de corrupción mostrado en los casos de Odebrecht, Poder Judicial y el blindaje descarado desde el Congreso de la República, estos aun así seguirán teniendo la preferencia en el elector, debido a la recordación del símbolo, el lema o la marca de su membresía, considerando la poca información que busca el elector común antes de votar.
Si en algo coinciden los politólogos y marketeros políticos, las nuevas agrupaciones políticas tendrán una notoria desventaja ante este fenómeno inminente.
Aun así, es importante coincidir que urge una renovación política partidaria, ya sea desde los viejos partidos tradicionales o desde las nuevas plataformas y organizaciones dedicadas a temas frescos que se han sumado a la agenda nacional o mundial.
Este país merece ver nuevas caras en la política, para que exista un debate mucho más modernos a los tiempos, en esta nueva era digital y de la lucha por el medio ambiente y por la igualdad de derechos que debe asumir con tenacidad una República que entra a su bicentenario.
Toda vez que se disolvió el Congreso de la República y se mandó a elecciones para el próximo año, la primera acción estratégica que debió realizar Vizcarra como político, era la de reforzar y empoderar el partido Cambio (Ex PPK), además de lograr consolidar una alianza más fortalecida políticamente con la Bancada Liberal, su único aliado hasta el último día de la crisis, para así tener una participación más exitosa en las próximas elecciones.
Tomando como claro ejemplo lo sucedido durante la crisis, donde careció de una bancada sólida para lidiar con la mayoría de oposición, que mostraba los estropicios y abusos en cada momento desde todos los espacios del Legislativo, o donde tampoco logró conciliar alianzas estratégicas con otras bancadas para hacer resistencia ante la avalancha de Fuerza Popular. Era necesario este paso para asegurar la Gobernabilidad frente al próximo Congreso de cara a las elecciones generales en el 2021.
Por cómo van las cosas, todo hace previsible que el Ejecutivo no participaría de las elecciones legislativas de enero, algo que podría volverle a traer consecuencias ante un Congreso que no sabemos cómo estará compuesto. Sin embargo son los riesgos que se juega para demostrar al ciudadano que la no presencia de una lista del oficialismo, implica un claro gesto de transparencia a los intereses democráticos del país. Pero esta conclusión podría ser letal para su futuro político.
LA OPOSICIÓN
Por su parte Fuerza Popular (FP) la tiene más difícil. Frente al desprestigio que arrastra por la actual coyuntura, no solo deberá renovar su liderazgo y catapultar nuevas figuras al escenario político fujimorista, sino que además tiene la enorme responsabilidad de refrescar y hasta renovar su programa ideológico, el cual es muy conservador para un electorado de centro que sigue aumentando en la actualidad y está siempre volátil a la espera de un nuevo outsider. El inamovible antifujimorismo siempre será su Némesis.
Su discurso debe morigerarse en algunos temas, sobre todo en lo que respecta a aspectos religiosos conservadores, sin llegar a ser progresistas para no ser antinatural a su orígenes, pero si un poco más flexibles y modernos acordes a los nuevos tiempos. Deberán ser más inclusivos con todo el empresariado en general y no solo con algunos a través de lobbies que distorsionan el verdadero valor de la representatividad.
Una nueva Fuerza Popular sin Fujimoris, lo vuelvo a decir, será fundamental para su relanzamiento político, creará confianza y nuevos aires, además de ser un primer paso para contrarrestar el potente antifujimorismo.
El Apra perdió su oportunidad al aliarse con FP después del segundo gobierno de Alan García que viró hacia la derecha, pudo haber aprovechado esa masa electoral de centro que estaba expectante, pero no solo erró políticamente en su ortodoxa posición, sino que ha tenido que convivir todo este tiempo con un halo y tufillo de corrupción que no logra todavía despercudirse.
Además no renovó cuadros, y si acaso lo hizo; los dinosaurios del partido no les dejan asomarse con notoriedad. Muestra de ello es que en la conferencia de prensa que hicieron para acusar de golpista a Vizcarra no mostraron a una sola nueva cara del aprismo, lo cual tuvo un impacto en la población, que vio como la vieja clase política desprestigiada se quejaba de aquel que no le daba continuidad. Otro hubiera sido el impacto si es que en la foto habría un par de elementos del nuevo aprismo. Oportunidades perdidas.
LA IZQUIERDA DE SIEMPRE
La izquierda por más que se muestre sólida y fortalecida ante la crisis, sigue atomizada, desunida y con agendas diversas, lo mismo de siempre, con lo que conllevará a tener protagonismo, pero sin grandes resultados para lograr alguna mayoría política con poder de ejecución en algún escenario. Claro que llevará agua a su molino en alguna representatividad, ya que su rol de apoyar a Vizcarra en los últimos días generó alguna simpatía en la población. Sin embargo no será la avalancha partidaria que tanto anhela.
Sus líderes regionales solo tienen respaldo en sus propias regiones. En Lima aún siguen siendo advenedizos o poco confiables, y mientras no flexibilicen su discurso, poco o nada lograrán en la mente de aquella gran masa electoral que está dispuesta a dar su voto confiadamente al que ofrezca estabilidad y no controversia.
Lo peligroso como siempre es que esta situación conlleva a que radicales emerjan de sus catacumbas o que improvisados faranduleros se muestren como los salvadores de la patria. Eso tampoco es renovación, es un círculo vicioso que se debe superar.
Estas elecciones buscarán representación en caras nuevas, honestas, transparentes y con un alto sentido de valor ético, por lo que los partidos tradicionales tienen la responsabilidad histórica de buscarlos. La simpatía y voto ahora irá por otro lado, irá más por el historial y credibilidad del postulante, es primordial su reputación.
Para ello los medios de comunicación y la ciudadanía organizada tendrán una acción cívica fundamental en su responsabilidad de informar y denunciar. Pero más trascendental es que el elector se informe, tiene todo el derecho y deber de hacerlo por su bien propio y por el de la sociedad en que convive.
Bien decía el genial psicólogo alemán Viktor Frankl que “Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos. Aunque tal vez al principio suframos con un nuevo grupo de congresistas sin experiencia, es tal vez el precio que debemos pagar para reiniciar una nueva era en la clase política nacional, de cara al Bicentenario. Nos lo merecemos.